«Día de muertos» palabras del corazón a unos padres

 

Día de muertos.
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Rubén Elías Gil Leyva.
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Culiacán, Sinaloa. Eran cerca de las diez de la mañana. Llegué al Panteón San Juan para visitar la tumba de mis padres Francisco Gil Leyva y Josefina Morales Chaparro. Con ellos están mis hermanos Héctor Enrique y mi hermano menor José Martín.
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El panteón tiene más de cien tumbas y conserva destellos de una arquitectura funeraria con estilo neoclásico que surgió a fines del siglo XVIII.
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Lo recorrí con paso lento. Vi las tumbas de muchas familias honorables y percibí que cuando uno fallece, se convierte en nada. Quizás tan solo en un nombre grabado en piedra que se va ocultando con un polvo que se hace cada día más grueso. Tu recuerdo se pierde en las tinieblas de un cuarto oscuro y tu sombra deja de existir.
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Habiendo fallecido, solo vivirás en algunos. En aquellos que morir es una palabra que no existe.
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El que visita un panteón es aquel que ya perdió una batalla. Aquel que acepta que la lluvia caiga en su cara. Te arrastra la sensación de que ya perdiste y que solo refugiándote en los recuerdos te llegará una paz que se volvió de plástico.
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Cuando estás en un cementerio o ante una cripta a los padres se les recuerda siempre.
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En la niñez, cuando nos dieron su calor; en la adolescencia, cuando nos ratificaron su amor; en la etapa adulta, cuando nos dieron su comprensión y en la vejez, cuando nos dejaron su recuerdo.
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Un recuerdo al que siempre le faltará la presencia viva del ser que te formó, del que te trajo a la vida y de aquel que te cuidó más que así mismo.
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Es indudable que se extraña a los seres queridos y que se cae en un precipicio que te conduce a la soledad. Pero esta no es tan duro vivirla, cuando sin quererlo, la vives olvidando.
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Plantado en el lugar en el que sepultamos a mis padres, volví a pisar la tierra que me acompañó cuando los despedí; sentí una brisa húmeda que me llegó como un pañuelo de despedida y empuñé el viento que corría cuando los vi por última vez.
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Cuando estaba ahí me quiso abrazar la melancolía, pero la evadí en un instante, con una inspiración profunda que rompió el silencio de un cementerio que ya estaba dormido.
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Vi a mis padres. Él con gesto serio, formal, tomándole la mano a mi madre Josefina, para irse caminando a cenar como lo hacían todas las noches después de acostarnos. Ella, con la expresión sonriente, con tez blanca, viendo y observando a su esposo, con una mirada que le interrumpía la respiración por tanto amor que le tenía. Se vieron. Se tocaron. Mirando al cielo un relámpago sin trueno, les dijo que cuando uno partiera, fallecerían los dos. No pensaron. No soñaron. No advirtieron que el fatal destino les cumpliría su palabra.
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Vivieron su matrimonio con mucho apego. Con un encanto que soportó limitaciones económicas y carencias materiales. Su vida tuvo los tonos de la tragedia que vivimos los seres humanos, cuando conociendo el amor, llega la muerte y te quedas con el dolor.
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Estuve con ellos varios minutos. Les repetí lo que siempre les he dicho.
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Gracias por haber sido nuestros padres.
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Gracias por habernos educado de una manera correcta como lo hacen muchos padres.
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Gracias por habernos enseñado que la vida es como un árbol al que se le caen las hojas y que eso no significa llegar al final.
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Gracias por haber formado un nido en el que siempre recibimos amor, cariño y ternura.
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Gracias por haber nacido de un pasado que los unió, y que en la muerte les debo mi existencia.
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Vivir con ustedes fue un espacio tan breve que a veces pienso que solo fue un sueño, el cual se convirtió en pesadilla cuando nos dimos cuenta que ya no estaban allí.
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No podré olvidarlos nunca. No podré vivir sin ustedes viviendo una paz que rechazo. Si lo hago, me abandonarán y la luz que ha hallado mi ser, se apagará.
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Rescato de la memoria un párrafo que le dediqué a mi madre cuando cumplió un mes de fallecida:
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“Me ves y no me hablas.
Me tocas y no te siento.
Cuando callas, no escucho tu voz.
Escucho tu silencio.
Me dices tantas cosas que aunque ya no estés, te tengo conmigo.”

Foto:/Cortesía.
Francisco Gil Leyva y Josefina Morales Chaparro/ Foto: Cortesía.
Rubén Elías Gil Leyva Molares./ Foto: Cortesía.

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