De belleza nata y bendecida de dones que supo encausar durante toda su vida, así fue Grace Kelly, una de las mujeres más hermosas que el mundo ha podido admirar.
Nacida en Filadelfia cuando la música de Jazz en los años 20 marcaba un estilo mundial desde el bello Nuevo Orleans, Grace Patricia Kelly veía la luz por primera vez un 12 de noviembre de 1929. Dueña de unos ojos azules en los que se reflejaba el mismo cielo, que llevarían a Mónaco a la cúspide de su esplendor.
Grace comenzó una carrera de actriz en el cine estadounidense, que le llevó a ser ganadora de un premio Óscar, siendo esta etapa de su vida el antes de convertirse en princesa consorte de Mónaco, al contraer matrimonio con Rainiero III. Ante la sorpresa de muchos, causando gran revuelo por aquellos tiempos, tanto en Hollywood como en las diferentes casas reales del mundo.
La pareja se convirtió en los principales protagonistas que acaparaba los noticieros y portadas del mundo, pero no solo por la belleza física de ambos, si no por la importancia que Grace implico en la reavivación del principado de Mónaco, atrayendo turismo de todo el mundo, lo que activo la economía monegasca.
Una de los principales actividades que marco la vida de Su Alteza Serenísima fue al desempeñarse como presidenta de la Cruz Roja de Mónaco, tiempo en el que promovió una gala benéfica anual de gran relevancia y atracción mundial, entre las más altas esferas sociales del mundo, lo que ayudo en la infraestructura hospitalaria de Mónaco.
Madre de Carolina, Alberto y Estefanía princesas y príncipes de Mónaco, quienes fueron su inspiración y alegría, hasta aquel fatídico día que perdiera la vida un 14 de septiembre de 1982 a consecuencia de un accidente automovilístico, con apenas 52 años de edad.
Una vida extraordinaria dividida en un antes y después, que seguirá siendo recordada como una de las más bellas princesas en la historia y por su carrera cinematográfica que le mereció una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.
Leer más: