Culiacán, Sinaloa. Que satisfactorio escribir de una dama dueña de la más dulce sonrisa, y que ha sumado con su ejemplo de dedicación y compromiso a las páginas de historia de Sinaloa. Hay un dicho muy cierto y el cual repito para esta precisa ocasión «En vida hermano, en vida».
Recientemente María Mercedes Montoya Beltrán. «Meche» fue centro de un merecido homenaje por su trayectoria en el mundo de la alta costura, profesión a la que ha dedicado 66 años de sus 89 de vida, siendo participe de la realización de los sueños e ilusiones de innumerables mujeres.
Nacida el 4 de septiembre de 1934 en el Norotal, Angostura; Sinaloa. Hija de Jesús María Montoya Ayón y María de Jesús Beltrán Elizalde. La última de siete hermanos Tuny, José, Margarito, Lupita, María Luz y Chayito con quienes vivió un infancia sencilla, entre corrales y siembra, haciendo labores del campo: ordeñando vacas, sacando agua del pozo, haciendo quesos, y divirtiéndose vistiendo «nanacotas», muñecas de trapo que la acompañan en sus historias infantiles, además de tramar inocentes travesuras.
Desde muy pequeña, sus manos acariciaban retazos de tela, a los 13 años ya tomaba la aguja y el hilo, para ayudar a su madre a cocer las calzonetas propias para el trabajo del campo y que su papá usaba. Un año después vendría su primer encuentro con una máquina de coser. En la que confecciono su primer prenda para ella misma sobre una tela de nombre tamina.
Aquellos años marcaban una época y lugar difícil para que una mujer pudiera desarrollar labores que no eran propias del hogar, impedimento que no fue para «Meche» tomar la decisión de irse a estudiar al poblado más cercano para aprender a cortar y elaborar prendas más complejas.
Fue a los 21 años que tuvo esta oportunidad en Guamúchil, Sinaloa. Donde toma su primer curso de corte y confección, lo que le abrió las puertas para iniciar su trabajo profesional en el mundo de la alta costura.
Iniciando sus habilidades en este mundo fascinante con el primer vestido de novia, elaborado para su querida hermana Lupita, cuando ella trabajaba ya en «La Jalisciense», uno de los almacenes más grandes de la región del Évora. Su caminar siguió cuando cambio su residencia a Culiacán, y trabajo en «Casa Alicia», tienda especializa en novias. Cuatro años después de esta oportunidad, se abrió paso a independizarse ya con su propia máquina de coser. Una Singer doméstica.
Un camino prospero que la llevo a tener su máquina industrial, con la que realizo las prendas más hermosas para quinceañeras, comulgantes, vestidos de gala, para graduaciones, vestidos de calle, de novia y en general.
Profesionalmente la vida le sonreía a «Meche», pero no todo fue sobre hojuelas, ya que la vida le mostro penas en su corazón cuando era aún muy joven, al perder al amor de su vida su esposo José Manuel Castaños Guzmán, entre otros familiares cercanos.
Tuve el gusto de conocer a esta mujer ejemplar, hace mucho años cuando la veía en el Colegio Montferrant acompañando a sus hijas Ana Cristina y Grisel, siempre amable y dulce, herencia que transmitió a sus herederas, mujeres dueñas de nobleza y ejemplar vida de trabajo, que suman con su ejemplo a la sociedad sinaloense.
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